En 1950 comienza el trabajo en las quintas del Pucará con la producción de hortalizas en los alrededores de la Residencia y otros sectores que, divididos en 10 parcelas, se dedicaron a la alfalfa y plantas frutales. En 1965 una organización social de Posta de Hornillos, en conjunto con el Instituto promovió la siembra de menta primero, luego de orégano y anís.
En 1975 por iniciativa de los trabajadores del Pucará se incorpora el maíz para cultivo. Con el correr de los años todas las parcelas se generalizan con el sembrado del maíz y alfalfa.
El objetivo del trabajo en Sector Quintas es el de consolidar el patrimonio natural y cultural, profundizando cotidianamente los lazos comunitarios y realizando acciones sociales directas de interés local.
Al observar este espacio a simple vista, sobresalen los distintos tipos de maíz, el trigo, la alfalfa y los frutales que crecen vigorosos a pesar de la sequía.
Su elección ha sido producto de una reflexión profunda por parte de sus trabajadores que ha tenido en cuenta varios factores.
El maíz, junto a la hoja de coca, representa, quizás, la planta culturalmente más significativa del patrimonio natural y cultural reconocido mundialmente. EN general, ambas suelen ser desplazadas por cultivos más rentables cuando son verdaderamente irremplazables en sus funciones sociales y culturales.
Por otro lado, se siembra trigo debido, no solo a que “se da bien”, sino a que de él se obtiene un doble beneficio: harina de primera calidad y paja para la construcción de los techos tradicionales que decoran bellamente La Quebrada.
La alfalfa, o “el alfa” que es como se conoce en la zona, ofrece tres usos diferentes de suma utilidad: alimento para las llamas y caballos, mantiene el verde en la zona y resulta óptimo para la rotación con el maíz y el trigo, enriqueciendo y preparando la tierra. Además, ha demostrado ser resistente a grandes períodos de sequía.
El MAIZ
De los cultivos que se simbran en las Quintas el maíz es el más destacable. Muchas variedades se han perdido y otras se encuentran siguiendo el mismo camino debido a la introducción de semillas transgénicas de mayor rendimiento que resultan irresistibles para el productor. Lo mismo ocurre con las técnicas tradicionales de cultivo que están desapareciendo por no poder competir con los agroquímicos y las nuevas tecnologías.
La lógica que impera en la actividad agrícola es que si quiere subsistir en las condiciones que impone el mercado, se debe incorporar las nuevas semillas y tecnología.
Por ello, recuperar variedades perdidas u olvidadas, conservar aquellas variedades tradicionales que quedan en pié, junto con sus técnicas de cultivo, constituye el aporte más significativo que en términos de conservación del patrimonio natural y cultural pueden y deben realizar las Quintas. Para ello cuentan con dos ventajas comparativas: en primer lugar, sus trabajadores que aún hoy conocen y ponen en práctica cotidianamente las técnicas ancestrales del cultivo de maíz. De una forma cien por ciento natural y orgánica, como en los viejos tiempos, utilizando el arado a pulso, con tracción a sangre, sin ningún fertilizante artificial ni pesticida ni químico alguno, mantienen viva una parte importante del patrimonio cultural de La Quebrada.
En segundo lugar, las Quintas forman parte de una Institución educativa orientada a la investigación y sin fines de lucro que le permite mantenerse a cierta distancia de las condiciones y necesidades impuestas por la economía del mercado.
El trabajo en la actualidad de los trabajadores de las quintas se focaliza en la recuperación de la variedad criolla del maíz andino. Este maíz, antiguamente usado por los abuelitos en un sinfín de rituales y ceremonias, se ha perdido en la zona. A través de relatos orales, historias de vida e informantes clave, han comenzado a reconstruir el camino que recorrió esta semilla hasta perderse hace algunos años y estarían en condiciones de recuperarse.
Resulta paradigmático en esta variedad, las consecuencias que genera el complejo agroquímico en el cultivo tradicional. El maíz criollo, por ejemplo, da un solo choclo por planta, mientras que el hibrido da cinco. ¿Qué productor puede seguir plantando maíz criollo?
Que las Quintas del Pucará se especializan en maíz es algo bien conocido por todo el pueblo y, en efecto, esta especialización viene a satisfacer una demanda social particular de la Comunidad local.
Los conocimientos prácticos sobre las técnicas tradicionales que poseen los trabajadores de las Quintas y sus saberes específicos sobre la planta de maíz, transmitidos ancestralmente por generaciones de pequeños agricultores, colocan a estos compañeros entre los muy pocos pobladores de la zona que hoy en día ponen esos saberes y conocimientos en práctica en su quehacer cotidiano.
La importancia dada al maíz no viene de estas condiciones naturales, sino, principalmente, del rol central que ocupa en la cultura andina, sus múltiples significados y funciones sociales, la importancia que tiene en la mayoría de las ceremonias, en la reproducción de los valores tradicionales, en rituales religiosos, en la construcción de la identidad colectiva local y en sus profundas raíces históricas que contribuyen a la construcción de lazos de solidaridad completamente independientes de las relaciones mercantilistas de producción que amenazan su existencia y su cultivo tradicional desde varios frentes.
Canal LA SOLEDAD
Otras actividades realizadas desde este sector se relacionan con la desesperante escasez de agua, principal problema de la mayoría de los agricultores comunitarios.
Las Quintas, juegan un papel importante colaborando de forma directa con el mantenimiento del canal de riego “La Soledad” que provee y distribuye el agua a todo el pueblo, con aporte de mano de obra, materiales, combustible, etc.
Como proyecto para este año se propone la institucionalización de las reuniones de trabajo con el Juez de Agua para anticiparse a las situaciones críticas e intensificar la colaboración a partir del trabajo conjunto.